Todos preguntan de dónde salen las canciones. Las buenas, por lo menos. Las que pegan.
"No haces canciones porque quieres ser un rockstar, o quieres ser famoso y reconocido (...) La música surge de una necesidad..."
nos dijo una vez, en el Taller, Ettore Grenci.
Se que a más de uno se le puso la piel chinita, nadamás por la forma y la expresión con la que habló. "La necesidad" entonces ¿Es diferente en todos?
La necesidad de decir algo, la necesidad de comunicación. Esa necesidad o esa insatisfacción...
Mario Domm hablaba de periodos en los que no puede escribir o componer simplemente por que no le nace. "He tenido momentos de sequía más largos y peores; no me preocupa".
Porque esa necesidad no la podemos escribir como a una canción, no la podemos comprar ni practicar o generar. Se tiene o no se tiene, regresa o no regresa. Está o no está.
"El hombre deprimido es el hombre satisfecho" Decía una chica que estudiaba psicología. Melómana, brasileña y genial. Y hace más sentido cuando piensas en una frase de Mario Domm: "Para escribir hay que tener hambre".
Mi mejor amiga me hablaba de hacer música para la gente, pensando en hacerles pasar un buen momento; "bueno" no en el sentido ético obviamente. Creo que se refiere más a un esfuerzo excepcional cargado de originalidad y personalidad... Osea: simplemente tener ganas. Ganas de hacer sentir, de hacer pensar, de compartir de provocar. ¿Y qué mejor motivante que la necesidad?
La música es la vía de escape favorita de mucha gente, algo así como un mundo alterno en el que todo hace sentido en sí mismo. Es "la que calma las fieras", es la del desahogo, la de la fiesta, la del coraje la del escape...
Pero existe este grupo de gente que decidió que la música no sería nunca más una casa, el grupo de gente al que ninguna canción le puede ni debe quitar el hambre, mucho menos dar paz. Para los compositores la música ciertamente no es un refugio. "Cuando tu nombre pesa más que tu música se te fué la musa".
Para escribir se necesita necesidad. Para tener necesidad se necesita negligencia. Negligencia por el cuerpo, por el alma, por la panza... por la salud mental.
¿Quién disfruta más la comida que el hambriento? ¿Quién es más auténtico que el loco?
Tenemos que vivir antes que pensar, porque lo que un artista piensa es lo que todos los demás viven.
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